Empresas familiares: cambiar la mirada para alcanzar nuevos resultados
*Artículo publicado en Perfil
El observador hace referencia al lugar desde el qué nos paramos ante cierta situación. Este, siempre está condicionado por las creencias, los paradigmas y los sesgos que tenemos a la hora de interpretar la realidad.
Estas ideas las incorporamos y naturalizamos desde chicos y tendemos a creer que son la mejor opción. Todo lo que hacemos está condicionado por cierta mirada que tenemos y hay que ser conscientes y trabajar sobre eso. Si no cuestionamos aquello que aprendemos eso se convierte en verdad, aunque quizás no lo sea, o no en ese momento.
Es por esto que es importante cambiar el observador para que se genere otra mirada de la misma situación. Es valioso estar abierto a construir un nuevo paradigma superior y evolucionar la mirada. Al pararnos en una posición intransigente, creemos que las cosas son de una determinada manera y esto nos hace perder la posibilidad de obtener resultados diferentes.
Para poder lograr algún cambio significativo es necesario movilizarse y que no quede solo en una expresión de deseo. Es fundamental estar predispuesto e intervenir. Toda intervención transforma y genera un crecimiento, quizás no al instante, pero siembra una semilla para movilizarse en el futuro.
La herramienta que promueve el cambio
Entre otras, existe una herramienta que ayuda con esto. Se llama pirámide de posibilidades, y trata de ordenar los comportamientos y poder segmentarlos.
Esta herramienta da la posibilidad de encontrar en qué nivel aparece nuestra limitación de movernos de un lugar a otro.
Los diferentes niveles son:
- el entorno (que hay en el contexto),
- que hago en ese entorno (las conductas con los elementos del contexto),
- las competencias (que competencias y saberes se necesita para desarrollar esas tareas),
- valores y creencias,
- y la identidad (cómo se siente uno).
El identificar dónde está el inconveniente y cambiarlo, permite movernos al siguiente nivel. Para replantearnos qué necesitamos y qué oportunidades tenemos de movernos, primero hay que tomar conciencia sobre en qué lugar estamos.
A nivel laboral, y especialmente en el caso de las empresas familiares, los equipos de trabajo funcionan mucho mejor cuando las partes conocen las limitaciones de sus propias creencias. De esta forma no imponen sus miradas condicionadas al resto del equipo inconscientemente. A su vez, es fundamental para llegar a acuerdos tener la humildad de ceder y aprender de las creencias de la otra persona, así como poder sostener la propia mirada cuando es necesario. A la hora de hablar de diálogo, intentar ponerse en el lugar del otro, entendiendo y validando la postura del otro para llegar a acuerdos que terminen en los resultados buscados.
Empresas familiares: cómo evitar tropezar dos veces con la misma piedra
*Artículo publicado en Cronista
Aveces es sorprendente. Pareceríamos ser una especie que por más que tropezamos, insistimos en la misma dirección, volviendo a repetir el comportamiento, tropezando una y otra vez. Algo que me maravilla es que hasta en algunas ocasiones, nos sorprendemos de lo sucedido, aunque sea la tercera o cuarta vez que ocurre.
Parándonos desde la mirada del coaching como herramienta transformacional, como medio para el cambio; Rafael Echeverría desarrolló un modelo llamado OSAR “Observador (O), sistema (S), acciones (A) y resultados (R)”.
En dicho modelo se plantea que, teniendo un observador, que interpreta el sistema, como un todo, nos permite registrar, decidir y modificar acciones, a través de cambios de comportamientos, que darán diferentes resultados. Aunque para que esto suceda es necesario que pase algo más: aprender.
Y encontramos desde esta mirada dos tipos de aprendizajes, los de primer y los de segundo orden.
Los de primer orden se relacionan con qué debo y qué no debo hacer para obtener determinados resultados, es decir, que acciones, hacen que el desenlace sea distinto.
Luego aparece el aprendizaje de segundo orden. En este caso hablamos de ir un paso más atrás de la acción y trabajar sobre el cambio del observador, es decir, reconocer que nuestra mirada de las situaciones está teñida por juicios, posiciones, paradigmas, y condicionamientos de todo tipo que traemos con nosotros y que se van acumulando desde nuestro nacimiento.
Dado un determinado observador (sumatoria de condicionamientos), nuestra mirada hacia una situación estará ubicada necesariamente desde esa posición, y para poder verdaderamente hacer un cambio profundo, que tenga que ver con accionar distinto, desde una mirada “fresca”, “despierta”, “distinta”, es necesario cambiar el observador.
Cuando esa toma de conciencia, ese darse cuenta, aparecen. Todo cambia, cambia el observador, cambiamos una parte de nosotros y cambia nuestro ser y hacer.
Creo que por ahí pasa el juego
Las empresas familiares no son ni más ni menos que sistemas, al igual que el resto, con dinámicas y particularidades propias. Pero con un denominador común, están constituidas por personas con su propio observador, que construyen un sentido común. Y con sentido común me refiero a un acuerdo dado, muchas veces no acordado, sino simplemente dado, de formas de ver la empresa, la familia, los comportamientos.
Considero que el gran desafío aquí es poder cambiar el observador de cada integrante del sistema y trabajar en un nuevo sentido común. Uno que los represente, que refleje los acuerdos y la dirección hacia donde la empresa busca ir.
Evitar tropezar con la misma piedra, según mi enfoque, sucederá cuando hayamos hecho aprendizajes de primer orden, cambiando acciones y comportamientos, aunque la piedra definitivamente quedará atrás cuando el aprendizaje haya sido transformacional, haya cambiado el observador, entonces la piedra quedará definitivamente atrás.
Nos encontraremos con nuevas piedras, pera ya habremos aprendido a sortearlas, entiendo que la clave no está en la piedra, sino en el observador.